Ingeniero mecánico de profesión, pero apasionado por las artes desde muy joven. Su jubilación le permitió enfocar su mirada en lo que siempre deseó: escribir, así es Jairo Bustamante.
La reflexión ante las contradicciones del hombre y la naturaleza y los problemas sociales, políticos y económicos que trae la ambición y la búsqueda de la riqueza, a través de los recursos naturales, derivó en «La paradoja de los oros», cuarta obra de este escritor colombiano.
Como él mismo lo define, es un libro de ficción que no deja de estar ajeno a la realidad, una especie de crítica social mundial, que invita a la reflexión bajo la perspectiva de un solo personaje.
¿Qué le inspiró y le llevó a escribir «La paradoja de los oros» ?
La palabra paradoja, como lo sugiero, es una especie de contradicción. En el mundo actual, sobre todo a través de esta pandemia, nos estamos dando cuenta y clarificando una situación universal: mientras más riquezas conseguimos en algunos aspectos, como el oro, el petróleo, el coltán, más problemas hemos tenido. La paradoja es que mientras más riqueza hay, mayor ambición, mayor explotación del hombre.
En Colombia, por ejemplo, la explotación de carbón ha traído una serie de complicaciones en dos sentidos; primero, el mercado de carbón en el mundo se está restringiendo por razones del cambio climático y, segundo, porque estas mismas, en el entorno donde se explotan, crean una serie de condiciones muy complejas para las sociedades que están alrededor de ellas. Por tal motivo y al darme cuenta, también, de lo que estaba pasando con el coltán en África, con el aguacate en Chile y México, me pareció interesante hacer este planteamiento en dos sentidos: relatar una serie de aspectos míos como emprendedor y cómo, paradójicamente, llegar a la conclusión de que los emprendimientos tienen que tener mucho cuidado con las personas, porque los pueden violentar en muchos sentidos, así como con las ciudad que se desarrollan alrededor.
Esto, que es una obra de ficción, aunque muchas partes estén basadas en algunos aspectos de mi vida cotidiana y experiencias, me hace llegar a la conclusión de que el hombre, mientras más trata de conseguir riquezas, más está acabando con el planeta.
Lo anterior es lo que está pasando en Chile y México y en otras partes, con una de las frutas más extraordinarias: el aguacate. Luego, si no ponemos cuidado, se nos va a acabar el agua. Recientemente, salió en todos los periódicos del mundo que el agua se está cotizando en la bolsa, eso quiere decir que el agua es un recurso que será de oferta y demanda, la gran paradoja es que mientras más caro cueste, menos agua va a haber, porque se va a acaparar. Y lo mismo está pasando con el aire, eso es fundamentalmente lo que me motivó a escribir esta novela.
Si bien es un libro de ficción, como usted mismo lo comenta, ¿se puede decir que «La paradoja de los oros» es una crítica social sobre los problemas en Latinoamérica?
No sólo en América Latina, sino en todo el mundo, hemos visto por ejemplo los diamantes, las guerras que han traído, las cruzadas de tipo social que han creado, las depredaciones de tipo cultural, social y económico en las regiones donde se crea este tipo de joya.
La explotación del oro, en la forma como la estamos haciendo, hace que si el hombre no racionaliza y no direcciona esas explotaciones, va a pasar como con el carbón, el petróleo y otros elementos: van a acabar con el medio ambiente y por eso, en este momento, paradójicamente, estamos buscando agua en Marte, lo cual no deja de ser una completa paradoja y estupidez del hombre, que teniendo unos recursos ilimitados de agua esté buscando agua en otro planeta.
¿Por qué decidió reflejar todas estas problemáticas a través de un solo personaje? ¿Cómo fue ese proceso?
Este es mi cuarto libro, anteriormente, hace seis meses, escribí una novela llamada «Soledad», es unipersonal. Me parece que a través de la visión de una persona se me hace más cómodo expresar, en el oficio de la escritura, cómo retratar una realidad. De todas maneras, uno podría pensar en muchos personajes y muchos diálogos, pero el interés mío es la temática y poner, de alguna manera, como secundario el personaje. El mensaje es mucho más importante que el desarrollo de la novela.
Tengo también otros dos libros de cuentos anteriores que, en su mayor parte, son libros unipersonales.
Usted ha escrito cuentos, novelas, ¿con qué estilo narrativo Jairo Bustamante se siente más cómodo?
Yo me siento más cómodo con la temática de ciencia ficción, involucrando aspectos sociales y de la dinámica cultural actual.
¿Qué tanto hay de Jario Bustamante en el personaje principal de «La paradoja de los oros»?
Hay partes que fueron parcialmente reales, pero fueron noveladas, por ejemplo, esas vivencias en la finca de Pacho son extractadas de una realidad, pero son noveladas completamente; sabemos todos que en un país como Colombia y en el resto de Latinoamérica, la realidad supera de lejos la ficción.
Con la combinación entre realidad y ficción uno fácilmente podría decir: «eso lo viví yo», y aunque fuera supremamente de ficción, podría ser real. La literatura, en Latinoamérica, a través de García Márquez y de distintos escritores actuales, se basa en una especie de ficción, porque la ficción nos está desbordando, cómo le decía: estamos buscando agua en Marte.
Ya que menciona a García Márquez, pregunto: ¿Jairo Bustamante tiene algún autor destacado?¿Qué tipo de lectura prefiere?
Habría que situarlo a través de los tiempos, cuando estaba más joven, me gustaban más lecturas como fábulas, libros de Julio Verne, me parecieron muy interesantes, autores como Ian Fleming con su 007. Posteriormente, en una etapa de una juventud mediana, me dediqué mucho a los autores franceses, especialmente, mi autor preferido siempre y del que leí casi toda su obra, fue Honoré de Balzac, pero, al lado de él, están Zola, Stendhal; Dostoievski, entre los autores rusos. También alguna serie de lecturas sobre psicología y aspectos del comportamiento humano que me han hecho visualizar partes del retrato psicológico de algunos de los personajes sobre los que escribo.
¿Se siente en su pluma influenciado por alguno de estos autores?
Siempre que una persona escribe algo, como siempre que un pintor pinta algo, tendrá cosas intrínsecas y aspectos influyentes de otros. La composición de cualquier obra, sea pictórica o escrita, una obra de producción artística, tiene que ver necesariamente con un bagaje cultural, una experiencias vividas. Inclusive, estoy convencido, de que hay un inconsciente colectivo de años y milenios atrás que también influye. Todas esas composiciones entre lo pasado de la naturaleza humana como tal, de las vivencias personales, de las lecturas que hayan realizado y las motivaciones del momento, hacen que una producción salga adelante. No podría yo decir que tiene que ver solamente con algo, es una mezcla y composición de muchas cosas.
¿El proceso de escritura le fue fácil o complejo?
Para poner un ejemplo, cuando una fruta está madura se cae del árbol. Escribir es un proceso, la creación artística no debería ser tortuosa, debe ser una creación fluida, madurada; como el ejemplo de la fruta, en el momento que el artista empieza a hacer el primer brochazo en el cuadro, aunque luego vaya por caminos diferentes, ya tiene una concepción mental del cuadro. Lo mismo me pasa a mí, cuando arranco a escribir un cuento o una novela, ya lo tengo prácticamente diseñado y, a través del recorrido de la escritura y el tiempo, lo voy matizando, voy haciendo como cuadros pequeños.
De hecho, los cuentos que escribo me sirven para recrear en una producción más profunda como una novela, algunos de esos aspectos. Lo mismo le pasa, con toda seguridad, al pintor, cuando da el último brochazo, en nuestro caso el punto final, ha sido un proceso que se debe dar, diría que muy auténtica y fluidamente.
Yo no creo en los esfuerzos de talleres creativos de literatura, ni de talleres tortuosos de la enseñanza de la pintura. Las artes nacen y se alimentan del pasado y de las vivencias cotidianas, del momento. El día que un autor esté haciendo un esfuerzo muy grande por realizar una obra, o la haga por una retribución económica o por un premio, está completamente desvirtuando la labor como artista. El arte debe ser espontáneo, debe salir y debe fluir.
Usted es ingeniero mecánico de profesión, ¿cómo inició su amor por las artes?
Puedo decir que aquí hay una paradoja porque de la misma manera que creo que perdí mucho tiempo en una tortuosa carrera de ingeniería mecánica, que poco la ejercí, también me dio algunas luces de formación matemática. Fue tal vez una imposición del medio y una equivocación de juventud por no tener la posibilidad de haber tenido una asesoría adecuada y en el ir y venir de la vida, como el agua que va buscando el camino donde fluir otra vez. Me dediqué primero a la parte administrativa y, posteriormente, llegué a una especialización en Artes y trabajé los últimos 20 años. Ahora no, estoy jubilado, me muevo al negocio del arte pictórica.
A diferencia de historias, como en las obras de Kafka, la vida no me permitió de ninguna manera ponerme a escribir mientras desarrollaba todas estas actividades de administración, arte e ingeniería. Luego, llegó el momento, gracias a una etapa más tranquila de mi vida (la jubilación) pude aterrizar en lo que realmente sentía que podía desarrollar: la escritura. De eso hace dos años, porque estos cuatro libros se han escrito en los últimos dos años. Tengo ya una novela avanzada, ya la mitad.
¿Además de la escritura, a Jario Bustamante le gusta o ha explorado otras disciplinas?
Ya después de la escritura, pinto a ratos. La portada de «La paradoja de los oros» la hice yo, precisamente para eso. Pinto y cocino. Pienso que esas tres actividades tienen que ver mucho entre sí, porque requieren de una preparación, unos instrumentos y un ambiente y, lo más importante, de toda actividad, bien sea de arte o no, es la persistencia, más que cualquier otra cosa, incluso que el entrenamiento. Los buenos artistas, cocineros o escritores se hacen pintando, cocinando o escribiendo. Muchas veces se escriben cosas muy malas o se cocinan platos muy malos, pero si algo es importante es la persistencia, ir a haciendo el oficio permanentemente.
Si tuviese que dar un consejo o recomendación a otros escritores o a gente que quiere iniciarse en la escritura ¿qué les diría?
Para alcanzar una cima de mil escalones hay que comenzar por el primero. Empezar a escribir es la mitad del camino. Ser persistentes y, sobre todo, tener una confianza en sí mismo, en el objetivo de no depender de las críticas, obviamente hay que oírlas, pero no depender de ellas, buenas o malas, porque muchas veces los grandes artistas se quedan en el inicio, en el primer producto o en el premio y listo. La persona que se va a dedicar a cualquier actividad artística lo debe hacer con pasión, independientemente del reconocimiento general, de los aplausos y de los premios.
¿Hay alguna anécdota curiosa respecto al proceso de realización del libro?
Una parte muy importante de toda creación es la información. Me llamó mucho la atención que cuando estaba escribiendo este libro, de pronto oí una noticia: habían sacado un aguacate de unas dimensiones excepcionales, lo que daba lugar a que una familia de 10 personas pudiera comer aguacate toda una semana entera. Lo bautizaron «Avoczilla», por su nombre inglés «avocado», y el monstruo del cine ficticio «Godzilla».
Imagínese que es un YouTuber o un librero en una librería ¿cómo recomendaría su libro a los lectores?
Yo diría que es un libro entretenido, que no es demasiado extenso y, le guste o no esté de acuerdo con uno, va a hacer reflexionar a la persona que lo lea. Si un libro es entretenido y te hace reflexionar, vale la pena leerlo.
¿Qué tal fue el proceso de edición con Ígneo?
Me sentí muy cómodo, muy bien atendido, me pareció que todas las personas con las que he conversado del Grupo Ígneo han sido supremamente profesionales y las expectativas creadas superaron lo que me ofrecieron. No dudo en recomendarlos y que en términos futuros podamos hacer un nuevo emprendimiento. Deseo que continúen en una labor comercial direccionada en la literatura.