Pedro Valbuena Hernández radica en Bogotá, Colombia. Es profesor en la Universidad El Bosque y, a pesar de ser economista de profesión, durante esta pandemia decidió abandonar los temores y publicar su primera obra: Las ruinas del fuego.
Conoce un poco más del autor detrás de este relato breve, que reúne entre sus páginas el miedo al coronavirus, la incertidumbre y la solidaridad.
¿Cómo surge la idea de relatar lo que ocurre en Las ruinas del fuego?
A mí me gusta escribir, pero nunca lo había hecho con intenciones de publicación, más allá de lo académico, que es mi espacio de trabajo. Sin embargo, en estos meses de esta circunstancia por cuarentena, que es nueva, dramática y poco usual en nuestra cotidianidad, pues decidí arriesgarme a elaborar un texto que, aunque en principio no tenía una pretensión de publicación, después de compartirlo con personas cercanas sentí un llamado a dar a conocer el texto.
Para mí es muy nuevo publicar en el ámbito literario, da temor su recepción y su éxito.
¿Esta es su primera experiencia formal como escritor?
Tuve una experiencia hace un par de años con un taller de creación literaria gracias al Fondo de Cultura Económica. Usé algunos de esos criterios básicos que aprendí para escribir esta apuesta literaria.
Desde pequeño me gustó la literatura y ahora se ha vuelto un hábito. En estos momentos estoy escribiendo una novela y el reto ha sido subir la calidad y la extensión literaria. La escritura ha llamado a la propia escritura, me ha motivado a seguir. Ha sido una experiencia bien interesante.
En Las ruinas del fuego existe una construcción de una realidad que se desdobla, un poco el caos imaginado que nunca llegó a ocurrir durante la pandemia. ¿Era eso lo que esperaba que sucediera?
Siento que relato el lado oscuro de las experiencias humanas. A mí me gusta explorar el inconsciente, lo he trabajado desde la economía en términos de representación (dinero, objetos, mercancías), debido a que es lo que hago para vivir. Las ruinas del fuego es una apuesta simbólica a esas cosas que están puestas en nuestro inconsciente, tanto en el colectivo (la violencia, la pobreza, la estigmatización social) como en el individual (los miedos íntimos, la construcción del espíritu en torno al trabajo).
En el contexto de la pandemia se empiezan a reflejar cosas que el inconsciente daba por sentado. También quise centrar en el relato el protagonismo de la mujer: tiene que ser trabajadora, ama de casa, líder, cumplir con 1000 tareas al mismo tiempo.
En la historia los hombres juegan un papel subalterno, a la sombra, porque quería realzar la figura de la mujer en una circunstancia que es más difícil para ellas por las expectativas que se tienen sobre quienes son.
Las ruinas del fuego es una apuesta simbólica a esas cosas que están puestas en nuestro inconsciente.
¿Qué fue lo más fácil y lo más difícil de escribir esta historia?
Lo más fácil fue, en términos de recursos, tener el tiempo. Con esto del home office pude organizar el tiempo para escribirla. Esto lo escribí en un par de semanas. Contar con autonomía en mi propio espacio y un poco aislado del mundo me permitió engranarme en la escritura.
Lo más difícil fue intentar crear una voz que fuese creíble dentro del relato. Considerar que quien está contando el relato puede hacerlo con un sentido propio, con el que el lector pueda identificarse y que además sea ajeno a mí como autor.
Ahorita estoy escribiendo una novela, por lo menos ya voy por la mitad de lo que tengo en la cabeza. Trato de tener una idea organizada de lo que podría ser la historia, sin dejar de sorprenderme por lo que puede surgir en la creación literaria.
A veces uno considera hacia dónde debe ir encaminado el desenlace, los personajes, las acciones, la estructura, pero luego lees algo o con la misma vivencia cotidiana te hace pensar que el giro podría ser hacia otro lado, que puedes tomar otros riesgos.
Como autor, que además está experimentando con varios géneros, ¿cuáles son las lecturas que lo han marcado?
Indudablemente en Colombia tenemos una tradición literaria que juega con nosotros en las intenciones de escritura, pensemos en Gabriel García Márquez. También ha habido un boom de nuevos literatos que son muy buenos, interesantes, provocativos, digamos, difíciles de superar por la calidad con la que escriben, como Héctor Abad Faciolince, por ejemplo.
Otros escritores latinoamericanos que me gusta leer son Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Julio Córtazar, este tipo de autores que intentan construir una identidad latinoamericana.
Por otro lado, en mi tesis doctoral, siendo economista, hice una tesis de lo simbólico de conceptos como el trabajo, el dinero o las mercancías, para ello tomé literatura norteamericana como Don DeLillo, por ejemplo. Me gustan autores norteamericanos como Walt Whitman, que siempre es nuevo para mí; John Dos Passos, por representar el expresionismo crítico, una corriente que me ha interesado mucho.
También Stephen King, que cala mucho en la juventud y eso es muy importante, su experiencia es bien interesante.
Ha habido un boom de nuevos literatos que son muy buenos, interesantes, provocativos, digamos, difíciles de superar por la calidad con la que escriben, como Héctor Abad Faciolince, por ejemplo.
¿Qué recomendación le haría a una persona que escribe y quiere publicar?
Buscarse un buen editor, en serio. Pienso que, desde mi perspectiva, perder un poco el miedo. Yo soy muy timorato, tuve mucho miedo a la crítica antes de sacar este libro.
Asimismo, me parece que creer que lo que se está escribiendo se puede hacer con naturalidad y originalidad, creer que lo que se quiere transmitir es importante para muchas personas y que tiene algún sentido en lo relacionado a la experiencia de la lectura. El secreto de la escritura es poder recoger esas manifestaciones de la esencia humana.
Los escritores tienen que creer que sus palabras tienen algún sentido para las personas que van a leer la obra. Lo que uno escribe tiene que reunir, de alguna manera, la esencia del lector. Si bien la escritura es individual, es colectiva cuando intenta manifestar los sentimientos, las sensaciones y las emociones de los seres humanos. Tal vez eso hace que al libro los compren unos cuantos o, cuando llega a tener cierto éxito, lo compren muchas personas.
El secreto de la escritura es poder recoger esas manifestaciones de la esencia humana.
Un consejo importante para mí es escribir con la intención de ser fiel a lo que quieres contar. Cuando no tenemos la experiencia de ser escritores, pensar en el lector puede volverse un problema porque puede convertirse en un obstáculo para la creación literaria.
El éxito es muy relativo. Más allá de que te compren muchos libros es que otras personas te lean y se sientan satisfechas con el producto final. Este producto final no es el resultado de una única persona, es la suma de la cadena de valor que se va creando en la construcción del libro.
Por último ¿cómo fue el proceso editorial con Grupo Ígneo?
A mí me ha encantado. Por un lado, la eficiencia, cómo trabajan en tiempos muy reducidos. Yo comparé varias editoriales y los costos son muy asequibles, es una ventaja trabajar con ustedes por ello. Además, este tipo de espacio es lo que uno espera tener y no todas las editoriales lo ofrecen.
Poder compartir con ustedes hace que sea un proceso cercano, de relaciones entre quienes participamos en la creación literaria, no te sientes solo. Espero seguir más disciplinadamente con la escritura. Sin ninguna duda les presentaré esta segunda oportunidad de publicación para finales de año.
Yo comparé varias editoriales y los costos son muy asequibles, es una ventaja trabajar con ustedes por ello.
Si quieres leer este relato breve, te invitamos a adquirir la novela a través de la página web de la editorial Grupo Ígneo, en Amazon y Apple Books (disponible también en formato electrónico).
Si necesitas información sobre el proceso de compra, puedes escribirnos al correo compras@grupoigneo.com y con gusto te guiaremos.