Los profesionales de la salud suelen tener infinidades de historias para contar: testimonios con pacientes, eventos inusuales en labores, fuertes relatos de experiencias vividas. Crónicas de un enfermero, del escritor peruano Nehemías Fernández, reúne 10 textos que abordan los diferentes escenarios del ejercicio de esta profesión y la dicotomía que existe entre la vocación de servicio y las dificultades, y en ocasiones riesgos, que conlleva el trabajo de campo durante la pandemia de COVID-19.
Con palabras honestas y con una comprensión muy aguda de la realidad, Fernández detalla su travesía a lo largo de sus años de servicio, así como la crudeza social actual, la pobreza, el desconocimiento y la crisis del sector sanitario en su país.
Desde anécdotas entretenidas con colegas, pasando por trágicas historias de caseríos en Cajamarca, Perú, hasta vivencias durante la pandemia de la COVID-19 y su proceso en cuarentena al verse contagiado. Con esto y más se encontrará el lector en las páginas de esta obra, que con una escritura genuina, detallista y llena de un profundo compromiso social, demuestra la admirable sensibilidad humana del autor.
¿Qué le inspiró y le llevó a escribir Crónicas de un enfermero?
En realidad, desde la época escolar yo escribía poemas en rima, habían quedado sueltos en el papel, no había tenido la oportunidad de publicarlo por falta de motivación y de tiempo.
Cuando empiezo a trabajar como enfermero, veo las experiencias que uno pasa producto del trabajo mismo y decidí contarlo. En el año 2020, me contagié de la COVID-19 y estuve 25 días con descanso y la verdad que, encerrado entre cuatro paredes, tal como demandaban los protocolos de bioseguridad, no me permití otra cosa sino pensar en mi trabajo como enfermero.
Ya tenía algunos escritos plasmados, muchas historias como las que están en el libro, fue entonces cuando la idea de publicarlos fue consolidándose poco a poco. Algunos familiares y compañeros de trabajo que ya habían leído alguno de mis texto, pues los compartía en Internet, me incentivaron y motivaron a publicarlos. Algunos colegas me decían: «están buenazos». De ahí parte la iniciativa de publicar algunas, no todas, historias y pasajes de mi trabajo.
¿Se puede decir, entonces, que parte de tu motivación fue la pandemia?
Sí, en parte, porque, además, nosotros los enfermeros siempre trabajamos en condiciones muy precarias, y casi nadie conoce realmente nuestro trabajo ni nuestras experiencias dentro o fuera del hospital. Es más, los enfermeros trabajamos mucho en la parte preventiva, tuve la oportunidad de ejercer 10 años de mi vida en la atención primaria y me di cuenta que muchas de las autoridades gubernamentales desconocen el empeño que le ponemos y tal vez por eso, no se refleja mucho en las políticas de salud. La iniciativa de este libro también parte de ahí, para exteriorizar todas nuestras actividades y para que la población conozca nuestro aporte.
¿Cuáles son los retos más grandes a los que se enfrenta un enfermero, especialmente si trabaja en América Latina?
En el libro reflejo algunos de ellos. Relato pasajes muy enriquecedores en cuanto a la experiencia se refiere. Sin embargo, cuento, por ejemplo, la época en que trabajé en el Perú en la Salud Básica Para Todos, un programa en los años 1997-1999 cuyo reto era proteger a la población con vacunas. La inmunización, decíamos, es la carta de presentación de un enfermero en atención primaria y nuestro reto era llegar hasta la última casita del último caserío de nuestra jurisdicción. Muchas veces teníamos que caminar 8 hasta 10 horas, pernoctar allí para al siguiente día poder realizar las actividades, quedarnos nuevamente en el caserío para luego poder regresar a nuestro centro de trabajo. Muchas veces debíamos ausentarnos hasta por una semana de nuestros hogares para poder cumplir con las metas que se planteaban.
A veces se presentaban unos brotes epidémicos, lo que nos obligaba a trasladarnos hasta el lugar de los hechos para poder hacer el trabajo de investigación de casos, a fin de identificarlos y poder controlar rápidamente los brotes que se daban. En aquel momento se hablaba de leishmaniasis, dengue, malaria, todas esa enfermedades en las que podíamos apoyar desde nuestra profesión. Ese trabajo era el fuerte de enfermería, y si la gente lo conoce cree que es fácil, pero es un gran sacrificio de nuestra parte.
Esta pandemia nos cogió de una manera muy desprotegida. Era una situación, tal vez misteriosa, de cómo deberíamos afrontarlo. Los del sector salud conocíamos muy bien el sistema intrahospitalario. No habían las condiciones necesarias para iniciar un trabajo de control, de protección y, sin embargo, nuestras autoridades aparecían en los medios de comunicación diciendo que teníamos todo, tantas camas UCI, tantos recursos, pero en realidad faltaba todo.
Ese trabajo era el fuerte de enfermería, y si la gente lo conoce cree que es fácil, pero es un gran sacrificio de nuestra parte
Yo recuerdo cuando se publicó el decreto que emergencia el 16 de marzo de 2020, estaba llegando al hospital, y había toque de queda en la calle. La gran soledad que se sentía cuando uno iba al trabajo era impresionante, había desaparecido la bulla de los carros, solo veíamos en las calles a soldados o militares y uniformados que iban controlando el paso de la gente que solamente iba al trabajo. Cuando uno llegaba, de un momento a otro nos transformamos, nos dieron una vestimenta que debería protegernos adecuadamente pero sin embargo era un mandil descartable que nos dieron para una semana.
Resultaba contradictorio cuando las autoridades decían que estábamos preparados y en realidad no teníamos nada, lo único que quedaba era mirarnos entre nosotros y tal vez, soltar una carcajada, porque no podíamos enfrentarlo de otra manera, estresarse era innecesario. Luego terminaba la jornada laboral y tocaba llegar a la casa y saludar a los familiares desde lejos, era una situación inusual y se ha prolongado hasta el día de hoy. La COVID-19 nos ha transformado las vidas y ha generado nuevas formas de interrelacionarnos.
¿Cuál ha sido la mayor satisfacción y el mayor dolor que ha pasado ejerciendo su profesión? En su libro, habla de esas «anécdotas excepcionales».
Lo que satisface más a las personas es el reconocimiento de la gente, de los amigos y los colegas. Yo me siento muy satisfecho de ser enfermero, de no haber sido por esta profesión no hubiese tenido tantos reconocimientos como los tengo y no tanto plasmados en papel, son reconocimientos verbales de muchos de mis pacientes y amigos, de los cuales estoy eternamente agradecido. En muchas oportunidades se han solidarizado conmigo cuando he tenido que enfrentar ciertas actitudes de venganza por parte de las autoridades producto de nuestros quehaceres y reclamos. He tenido la satisfacción de mis colegas de recibir ese apoyo y solidaridad, porque han visto en mi persona la humildad que se necesita para ejercer adecuadamente una profesión como la que llevo y, además, desde mi profesión ejercer la defensa de los derechos de mis colegas y de los pacientes.
Ha cambiado en alguna forma tu visión, vocación o sensibilidad en el trabajo a raíz de la pandemia. ¿Cuál ha sido el mayor efecto que ha generado en ti ejercer esta profesión en tiempos de pandemia?
Yo he trabajado en zonas endémicas, con dengue, malaria, hasta cólera, ya he estado en estas condiciones. Me tocó vivir unos días muy difíciles cuando tuve que presenciar una gran matanza a unos pobladores, producto de unos enfrentamientos entre colonos e indígenas.
Esas cosas nos hacen reflexionar y pisar tierra
Hemos llegado a estas pandemia con toda esa sensibilidad humana que debe caracterizar a todos los enfermeros y eso no se aprende en la universidad, eso uno lo va amoldando a medida que va teniendo este tipo de experiencias, que generan una actitud de solidaridad con la gente y la moral para salir adelante y ejercer la carrera, tal como se plasmó en pre grado. Si bien es cierto, inicialmente tenemos un encontrón entre el pre grado y la práctica, uno se va adaptando a medida que uno va ejerciendo la profesión y comprendiendo que enfermería es una carrera estrictamente de servicio y de tolerancia dentro del centro hospitalario.
¿Cómo fue el proceso de escritura para Nehemías Fernández, fue fácil o complejo?
Con sinceridad, no se me es difícil escribir, más difícil para mí fue este período de poder plasmar la publicación. Ha sido facilísimo hacer un texto de tres páginas a partir de una historia vivida. Lo hago rápido, incluso, por ejemplo, el año pasado, celebrando el aniversario del hospital y me pidieron que escribiera un poema y se quedaron sorprendidos porque en media hora estuvo listo.
En realidad, me pongo a escribir y me fluye rápido. Confieso que pensaba que mi libro no era tan llamativo, pero me alegra escuchar a quienes lo han leído y me emociona que me digan que está bien hecho.
Nuestros autores generalmente tienen lecturas o escritores que los han marcado. ¿Nehemías Fernández tiene algún autor preferido? ¿Alguna lectura que quiera recomendar?
He leído los libros de Jaime Bayly, son muy entretenidos. Me gustan libros de premios Nobel como Mario Vargas Llosa, Gabriel García Marquéz. Cien años de soledad, La peste, son libros que apasionan y dan gusto leerlo. Recientemente, estoy leyendo un libro que ha salido en el Perú, El perfil del Lagarto, de Carlos Paredes, ese tipo de lecturas me entretiene y también enriquecen mi forma de escribir.
Le diré algo: cuando yo me pongo a escribir debo hacerlo en una sola pasada, desde que comienzo hasta que logre terminar la idea porque sino, me pierdo. Tal vez todas estos libros que le he comentado, tienen esa condición de narrar hechos y yo me inclino por ahí, textos que tienen algo de cierto y algo de ficción.
Si tuviese que dar un consejo o recomendación a otros escritores o a personas que quieren iniciarse en la escritura, ¿qué les diría?
Cuando uno quiere escribir, lo tiene que hacer. No tengo ninguna dificultad para poder coger el lapicero o la computadora y empezar a escribir. Solamente les diría atrévanse, no importa como salga, eso se va afinando en el camino. Machado decía: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar», y en ese trance iremos aprendiendo tantas cosas. Además, con el apoyo de ustedes encontré un gran aliado que me ha ayudado muchísimo a afinar muchos párrafos del libro y les tengo que agradecer.
Eso mismo se los digo a quienes quieren escribir, háganlo y apóyese en una editorial, que no va a haber forma de perder, es ganar experiencia.
Si bien es cierto, un libro no lo hacemos tanto por ganar dinero, sino por la sensación de verse desarrollada tu idea, entender que podemos hacer lo que hacen los grandes, que eso es viable.
Imagínese que es un YouTuber o un librero en una librería, ¿cómo recomendaría su libro a los lectores?
Mi llamado a todas las personas que les gusta la lectura y a las que no también, es a tomar el libro, leerlo desde el primer momento y no dejarlo hasta el final. No son muchas páginas, sé que les va a generar cierta crispación en algún momento, pero será una lectura llena de experiencias y estoy seguro que de esta manera, vamos a valorar más a los enfermeros y el trabajo que hacen mis colegas en el campo y en la ciudad. A leer el libro y a ponerle pila a los sueños.
¿Qué tal fue el proceso de edición con Grupo Ígneo?
Debo ser sincero, envié mis manuscritos a varias editoriales, recibí la propuesta de tres. Me pareció mucho más llamativa la editorial con quien estoy trabajando actualmente, con quienes me siento eternamente agradecido por la forma como me han venido apoyando y respondiendo eficientemente a las preguntas y dudas que he tenido, así como las correcciones que me han hecho y que sin duda he tomado en cuenta y agradezco profundamente.
Estoy desarrollando ya otro libro que también parte de una historia, pero que no es mía, sino algo que me ha contado una compañera de trabajo, pero ya lo estoy avanzando. Ojalá logre desarrollarlo en toda su plenitud y pueda plasmarlo ya en un papel.