¿Te has preguntado cómo escribir un libro o cómo publicar un libro? Acá te mostraremos algunos consejos para que puedas desarrollar una historia que termine en un libro.
Una cuestión de práctica
Escribir un libro es para muchas personas un sueño por cumplir. De allí que se pregunten: ¿cómo escribir un libro?
El escritor hispanoperuano Mario Vargas Llosa escribe en Cartas a un joven novelista que no hay receta literaria para escribir; en cambio, destaca que es un tema de vocación que llega de manera natural a partir del desarrollo del ejercicio imaginativo. El escritor estadounidense Stephen King se enfoca en la práctica de escribir: sugiere escribir cuatro horas al día (y también, leer durante cuatro).
Por lo visto anteriormente, escribir es una cuestión de práctica. Se requiere práctica, mucha práctica. Y por práctica entendemos mucha (buena) lectura y mucha escritura. Un escritor que no practique la buena lectura y la escritura no tendrá las herramientas necesarias para desarrollar un libro, de la misma manera que una persona que aspira a convertirse en futbolista profesional no lo será sino entrena lo suficiente.
¿Por dónde empezar?
Considerando que tú cuentas con las herramientas forjadas a partir de la lectura y la escritura, y la vocación por llevar más allá su imaginación, lo primero que debes preguntarte es ¿sobre qué quiero escribir? Y luego de esto, preguntarte ¿cómo lo quiero escribir? ¿Tengo los elementos adecuados para desarrollar esta historia? (entendiéndose por esto el dominio del tema que se contará, experiencias, diferentes puntos de vista y de abordar la historia).
La base para escribir un libro se sitúa en la historia que quieres contar. Una vez que tengas la historia, te debes preguntar ¿quién la contará? ¿Qué tipo de narrador usar y cuál será el protagonismo que tendrá este narrador en el libro? Basta con leer novelas como ¡Absalon, Absalon! de William Faulkner para entender que el narrador cuenta con un papel protagónico. El narrador cuenta la historia y a su vez puede alterarla adrede, ocultando elementos al lector. En todo caso, cualquiera que sea el narrador que elijas para contar tu novela, ten en cuenta algo: el lector no conoce tu novela.
El lector no conoce tu novela
Un error común en autores noveles es asumir que el lector conoce la historia de antemano. Es natural: el joven autor ha pensando tanto en su historia, la ha escrito y reescrito tantas veces, que la conoce tan bien que puede prescindir de elementos para contarla, y aún así él la entenderá. Pero el lector no: el lector está frente a una historia que desconoce.
Muchas veces, como editor me he encontrado con manuscritos que están teniendo un desarrollo natural. De pronto, el narrador comienza a hablar de un personaje o un elemento del que hasta ahora no había hablado. Todo bien hasta ahí, pensará el lector que tendrá algún protagonismo más adelante. Pero entonces, a medida que pasan las páginas, descubrimos que ese personaje o elemento, aparecido de la nada, alteró la historia, y el narrador no se toma tiempo para explicar de dónde salió, mucho menos para sugerirlo. Esto no es una técnica de narrador que oculta. Todo lo contrario, es un descuido que sitúa al lector frente a un cabo suelto imposible de atar.
Por eso, cuando cuentes una historia procura dejar piezas a lo largo de la historia. Pequeñas migas de pan que vayan conduciendo al lector al descubrimiento de lo que le quieres contar. No asumas que él sabe cosas que solo están en tu imaginación, ni tampoco incluyas algo sin antes haber hablado de ello.
El arma de Chéjov
Es un recurso literario que dice lo siguiente:
Elimina todo lo que no tenga relevancia en la historia. Si dijiste en el primer capítulo que había un rifle colgado en la pared, en el segundo o tercero este debe ser descolgado inevitablemente. Si no va a ser disparado, no debería haber sido puesto ahí.
Una novela contiene un conjunto de piezas que se van a utilizar a lo largo del libro. Agrega todo lo que realmente sea útil para el desarrollo. Y esto aplica de modo inverso: ningún personaje o elemento puede aparecer en un momento determinante de la historia si no se había mencionado previamente.
Imaginemos una escena donde dos personajes están peleando. Es una pelea en igualdad de condiciones y el lector, intrigado, no vislumbra un ganador. De pronto, uno de los personajes saca de un bolsillo, sin previo aviso, un puño americano que utiliza para sacar de combate a su rival. Fin de la escena.
Esto ocurre de manera común en la vida real, pero en una novela luce forzado, casi como un fraude al lector. El lector se preguntará ¿cómo llegó ese puño americano a su bolsillo? ¿Por qué yo no supe antes que existía ese puño americano? Lo ideal hubiera sido hablar acerca de ese puño americano antes de que ocurriera la pelea, que el lector supiera de su existencia y que conociera que el personaje lo guardaba en su bolsillo.
Lo mismo pasa con los personajes: debemos conocerlos antes de que tomen acción determinante en la historia, de lo contrario luciría como un elemento impuesto con poca creatividad y que rompe la coherencia de la obra (deus ex machina).
Personajes: mientras menos, es mejor
Si antes hablábamos de la importancia de presentar a los personajes y los elementos antes de que desempeñen un hecho determinante, ahora hablaremos de los personajes: incluye en tu historia la cantidad de personajes que sean necesarios para desarrollarla. No incluyas muchos personajes o personajes que solo tendrán participación para un hecho menor. El lector se perderá si le narran muchos personajes intrascendentes.
Por ejemplo, si al principio de la novela el narrador habla del ascensorista y le desarrolla una historia que capte la atención del lector, procura que el ascensorista sea una pieza clave más adelante que justifique su presencia. De lo contrario, no lo incluyas. Distraerás la atención del lector, que pensará si debe interesarse en el ascensorista para el resto de la historia.
De esto se entiende que los personajes no son meras figuraciones, sino elementos con historia propia, con características propias, con un pasado que lo configura. Quizá no sea de tu interés que el lector conozca toda la vida del personaje, pero sí debe conocer por qué está en tu novela, qué lo motiva a hacer lo que sea que haga en la novela. No pongas en tu novela personajes planos, que solo tengan un nombre y ejerzan una acción: cuéntale más de ellos al lector, para que este se haga una idea de sus motivaciones, de su importancia en la novela.
Estos son algunos consejos prácticos para empezar a darle forma a tu novela: la historia, el narrador y los personajes. Hay otros elementos de los que hablaremos en otra entrada de nuestro blog.
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