Escribir es, ante todo, un oficio que se ejercita con paciencia. Y de la misma manera, como la paciencia es la madre de otras grandes virtudes, el ejercicio consecuente de la escritura ayuda también a pensar anticipadamente, en muchas cosas. Entre ellas, en el final de tu historia.
Espera, ¿no es muy anticipado?
Podría pensarse que sí, pero esto tiene un motivo muy válido: al pensar anticipadamente en el final, escribir tu historia se vuelve un proceso mucho más fluido. La razón es bastante simple. Al saber anticipadamente hacia dónde te diriges, construir el resto de los elementos de la narración, como el desarrollo del nudo, el conflicto, e incluso la aparición de algún personaje secundario es solo cuestión de coser y cantar. La clave, como en todo oficio, es ejercitar este oficio, de la misma manera que ejercitamos cualquier otra actividad: practicando. Es decir, para escribir bien, es necesario escribir mucho, o, mejor dicho, hay que escribir muchísimo.
Del punto A al punto B: historia de un camino largo
Si pensamos en el acto de escribir de la misma manera en que elaboramos un mapa, podemos darnos cuenta de que al trazar un camino es más fácil llegar a nuestro destino final. Incluso Horacio Quiroga, en su Decálogo del perfecto cuentista, lo explica de una manera muy puntual:
«No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra a dónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas».
¿Parece muy forzado? La respuesta es sí y no a la vez. Es forzado si no tienes claro cómo terminar tu narración, pero si ya sabes cuál es el destino final de tu personaje, entonces la única dificultad sería desarrollar las acciones de tus personajes para llegar hasta allá. Si quieres verlo de otra manera, puedes imaginar que el acto de escribir es similar a jugar ser un dios. Esto significa que eres la única persona capaz de conocer el destino de sus personajes. En pocas palabras, al escribir diriges la creación de un mundo propio.
Pero por sobre todas las cosas, escribir una historia es un oficio que debe ser lo más divertido posible. Conéctate con los detalles de tu historia. Conoce su carácter, y deja que ella te guíe en el camino al cual quieres llegar. Dejar que el texto fluya requiere paciencia y disciplina, y, aunque no lo creas, es un proceso muy alejado de la improvisación.
Anímate a trazar el ritmo de tu historia hasta el final.