Descripción
La arena que se llevó el viento de la playa cuenta las experiencias esotéricas que vivió Hugo, el padre del autor, en su estado de coma. Es un libro que inicia como una premonición, con un título, un escenario y un protagonista que termina transmitiendo, como buen profesor, como buen músico y artesano, su magia.
El texto plantea la reencarnación, la existencia de civilizaciones extraterrestres tanto en nuestro planeta como en otras galaxias, y lo que sucede a las almas cuando mueren de distintas maneras. Sus páginas ahondan en la muerte, en la vida; hablan sobre existir, sobre las decisiones que tomamos y sus consecuencias.
«Es otro punto de vista de lo mismo de siempre: el durante y el después de la vida», como bien lo señala Rodríguez Tapia en sus primeras líneas.
Este es parte del primer capítulo de este libro:
Jamás imaginé que un sueño sería el camino para lograr algo que siempre había querido: escribir un libro.
Todo fue increíble. Incluso le pareció tonto a algunas personas a las que se lo comenté. Mi padre llevaba una semana en el hospital cuando lo vi en mis sueños. La petición fue clara: «cuando salga de esto, me ayudarás a escribir un libro». Me dio el nombre. Al despertar, corrí a buscar algo en que anotarlo para no olvidarlo.Debo reconocer que mi impaciencia me llevó a tratar de conocer el contenido, o al menos hacia dónde se dirigiría la idea del título. Los resultados no pudieron estar más lejos de lo que realmente significaba.
Con el pasar de los días, la idea del libro se fue desvaneciendo hasta casi desaparecer. Llegué a pensar que solo había sido
un sueño normal, como cualquier otro. Sin embargo, justo en el momento en que me disponía a renunciar a la magia, recibí una nueva señal: habían sacado a mi padre del coma inducido. Fui a visitarlo en horas de la tarde. Estaba semiconsciente, producto de las altas dosis de sedantes que le administraban para que no
se quitara a tirones las mangueras. Dentro de todas las cosas sin sentido que decía, una lo tuvo para mí:
—Hijo —me dijo. Tomó mi mano y, mirándome fijamente a los ojos, con su voz temblorosa y quejumbrosa, expresó—: tenemos que hablar.
Marcelo Rodríguez Tapia
Nació en la década de los ochenta, en el desaparecido campamento de Chuquicamata, Chile. Sus años de infancia y adolescencia transcurrieron en su amada Calama. Se define como un amante del desierto y sus paisajes; un apasionado por el baloncesto y la pesca, ya sea en las aguas del río Loa o el Salado.
Intento de músico, artesano, carpintero y escritor autodidacta. Soñador, casi siempre auténtico. Intenta siempre ser un buen padre y mejor persona. Golpeado por la COVID-19 empezó a sufrir de ansiedad y ataques de pánico, lo que le llevó a buscar la calma a través del arte. Cada día intenta iluminar a quienes le rodean.
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